Y qué ocurre cuando la acumulación no es el problema? Hace unos meses una de mis colaboradoras que trabaja en Almería me pidió ayuda para enfocar un trabajo con una clienta.
Ella ya había trabajado con otras personas ayudándoles a reorganizar sus casas, pero siempre teniendo com eje del trabajo la acumulación de objetos, ropa etc. Cuando la clienta la llamó para que le ayudase en su armario, ella se sorprendió al ver que efectivamente había desorden, pero este no estaba provocado por la acumulación, y tampoco por la falta de espacio. Al revés, había mucho espacio y pocas cosas, que pasaba entonces?
Al ver las imagenes que me envió para poder aconsejarla, vi claramente cómo lo que esta persona necesitaba era una mejora en la optimización y distribución del espacio, la acumulación no era la cuestión.
Muchos organizadores profesionales que han surgido a raíz del fenómeno de Marie Kondo, basan toda su metodología de trabajo en la gestión del desapego y del deshacerse de muchas cosas, y esto, que cabe decir es lo más habitual hoy por hoy en las personas que buscan un servicio profesional de organización, no es en otros casos el problema. Por varias razones.
La primera y principal es porque no necesitan deshacerse de cosas, y además no quieren. Luchar contra la voluntad de las personas no es ayudarles. Tirar libera y lleva a mantener el orden, es cierto, pero a veces lo que las personas necesitan no es tirar, si no mostrarles la mejor forma de mantener organizadas sus cosas, adaptarlas a sus espacios, darles soluciones de optimización. Y esto ya no es tan sencillo, requiere de un entendimiento de las necesidades reales, del conocimiento de las rutinas y del grado de tolerancia al desorden de los clientes, en definitiva empatizar.

Otra de esas razones es la diferencia de tiempos a la hora de tomar decisiones. Muchas veces ante una duda con respecto a un objeto los clientes me preguntan ¿qué hago, lo tiro? Generalmente esto sucede cuando se enfrentan a cosas con mucho valor emocional sobre todo, y a menudo, aunque ese objeto les produzca una sensación negativa, la decisión es difícil. Por eso les sugiero que primero lo aparten, no lo tengan a la vista, no tienen que decidir ya en ese momento si lo tiran o no. Respetar los tiempos es otra de las cosas que he aprendido, dar esta opción de postergar una decisión difícil a veces es por si sola un revulsivo suficiente para se decidan hacerlo, pero también es un consuelo que les alivia, y les ayuda en el proceso de reorganización.

Por último hay otra razón más, y es que simplemente no quieren renunciar a sus cosas ¿no tienen derecho por tanto a querer tenerlas en orden y bien organizadas? La labor del organizador en esos casos es todavía, si cabe, más necesaria, porque realmente la dificultad no radica en acompañar en el desapego, si no ayudar a ese cliente a gestionar su espacio y sus cosas de una manera más sencilla, que le permita optimizar y tener orden, sin renunciar a lo que tienen en sus casas. En definitiva, no juzgar.
A mi colaboradora le dí estas pautas:
1. vacia todo el armario
2. agrupa por categorias
3. delimita el espacio destinado a cada cual (si es compartido)
4. ubica según el uso las diferentes categorías
5. utiliza el doblado vertical en los cajones
6. asegurate de que no hay ropa en otras estancias de la casa que pueda ser colocada en el armario si hubiese sitio.
7. separa la ropa de las diferentes temporadas en el proceso de vaciado y y guarda lo no sea de la temporada actual.
No te centres en el desapego, si no en la adecuada organización de la ropa, y en el uso que le da.
Al poco me llamó contenta porque había podido ayudar a su clienta.